Con el fin de acompañar y ayudar a los jóvenes adolescentes de 13 a 18 años en su formación continua en este tiempo de confinamiento, los misioneros identes de Quito (Ecuador) realizamos cada semana el “Encuentro de jóvenes con Cristo”.
A través de las reuniones mantenemos un vínculo comunicativo con los jóvenes, aportamos en su formación ayudándoles a afrontar con esfuerzo las dificultades sociales y emocionales que cada uno de ellos hoy en día, pasa en su hogar.
Los temas se desarrollan tomando de relieve los encuentros que Jesús tuvo en su vida pública con varias personas con las que tuvo cercanía, impartiendo un diálogo, guardando una amistad y amándolos.
En los encuentros intentamos recordar siempre que Cristo se encuentra personalmente con cada uno de nosotros, hablándonos en el Evangelio, entablando una verdadera relación de amor con nosotros; e intentamos mirar los testimonios de aquellas personas que se encontraron con Jesucristo, a quienes los miró con entrañable amor y les ayudó a vivir la conversión del corazón.
Uno de los participantes dice: “me he dispuesto con corazón abierto a levantarme de mi comodidad para no ignorar el sufrimiento de la humanidad. Me he dado tiempo de encontrarme con el evangelio, en el cual puedo conocer mejor a Cristo, que me da continuamente respuestas de luz y de ánimo. Todos, de una u otra forma, anhelamos la paz y la auténtica felicidad. Permaneciendo en la escucha del evangelio, para mí, joven de 15, puedo seguir un camino de fidelidad en medio de la injusticia, del engaño y de pruebas que se presentan a diario en mi camino. ¡El encuentro con el evangelio ha fortalecido mi fe!”
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
