El domingo 23 de febrero, a las 11,30 iniciaba en Bolonia, con la misa dominical en nuestro Santuario del Corpus Domini, el Motus Christi para jóvenes. Entre los feligreses que nos frecuentan se distinguía claramente este grupo de jóvenes, provenientes de Turín y Bolonia, tal y como resaltó nuestro hermano Manuel Vázquez, celebrante de la misma, quien les dio la bienvenida.
Tras la misa se paso a la sala donde estaba preparada una comida-bufé y toda nuestra comunidad aprovechamos para compartir unos distendidos momentos con los jóvenes. Sucesivamente, nuestra hermana Miriam A. Cortés se ocupó de la reflexión sobre el tema central del Motus: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”, que se correspondía al Evangelio del día. Centró los varios aspectos a los cuales dar importancia personal, lejos de todo moralismo y centrados en la construcción de un mundo de relación amorosa con Dios y desde ahí con todos los demás.
Dichos aspectos fueron la perspectiva y punto de partida que guiaron el tiempo de silencio personal tras la charla, en el que los jóvenes se retiraron en diferentes ambientes de nuestro santuario (capilla interna, jardín-claustro, sala de conferencias…) y después de lo cual pasaron a dividirse en tres grupos (dos femeninos y uno masculino) para las comunidades.
Concluyó el Motus con el toque carismático en el que, además de los jóvenes estaban presentes todas las misioneras, y donde se evidenció cuan profundamente habían sido tocados los participantes, que expresaron con gran sinceridad y realismo cuanto habían descubierto en sí mismos a través de esta actividad y cómo hacerlo fructificar en su vida cotidiana. 
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
