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EuropaRepública Checa

Repúblicas checa y eslovaca, un sueño idente de los superiores

By 8 octubre, 2017No Comments

En mi fantasía, cuando supe que iría a Praga, se me dibujaba la nieve y el aullido lejano de los lobos; en la realidad, cuando, en Bratislava, fui al primer supermercado, el habla de los eslovacos me evocó el lenguaje de los pájaros. Al llegar a Praga un mes después, en tren, un niño rubio cruzó su mirada con la mía, y fue como si el Niño Jesús de Praga estuviera ahí, en esa criatura encantadora. Era el 20 de septiembre de 1991.

Me había despedido de Felipe Rufes ese día, como de Antonio Vicente unos días antes. Ellos habían llegado a Checoslovaquia antes que yo; Felipe a Olomouc en febrero de 1991; Antonio Vicente a Bratislava, en julio del mismo año.

Cuando llegué a Praga, desde Olomouc, estaba en la estación de Holešovice el prof. Josef Forbelský, importante hispanista y traductor. Me acompañó al colegio universitario Kajetánka, mi primer lugar de residencia. No fuimos en taxi, como hubiera deseado el profesor, sino en una ambulancia que estaba allí, quizás esperando al turno de servicio, o por algún otro motivo; y es que los taxistas se negaban. Haría falta un poco de tiempo y espacio para tratar de exponer los motivos de esta negativa.

Los tres misioneros nos veíamos periódicamente en una de las tres ciudades. El superior era Felipe, que supo compaginar la sabiduría con la mansedumbre y el calor humano, y que no desatendió nunca el contacto con Luis Sánchez, el primer misionero idente que se asentó en el mundo eslavo, concretamente en Polonia.

Habían abierto brecha, con anterioridad, el Presidente de los misioneros y misioneras identes (P. Jesús Fernández) y la Superiora General de las misioneras (María del Carmen García Viyuela). Estos primeros viajes identes al mundo eslavo eran expresión del sueño del Fundador del Instituto y constituían el fundamento de todo lo que iba a venir después.

Así comenzaba la fundación en Checoslovaquia, que pronto se dividió en dos repúblicas, checa y eslovaca (el 1 de enero de 1993).

Ninguna de las peripecias vividas en estos primeros años tuvo la capacidad de producir sentimientos de soledad; no, el sentimiento de soledad no forma parte de la experiencia de los primeros misioneros identes de estas tierras: la presencia de Cristo, del Padre celestial, del Espíritu Santo, de María, del Fundador, de todo el Instituto lo excluían.

La Providencia iba sembrando el carisma, que brotaba en este campo de misión con pequeñas plantas que nacían, crecían, se desarrollaban. Así, nació la planta de las relaciones con el mundo universitario, en Olomouc, Bratislava y Praga: encuentros con intelectuales, con poetas. Nació la planta de la presencia de los misioneros en distintas facultades; la planta de los encuentros de jóvenes, nacionales o internacionales; la planta de la Juventud Idente, llegando a celebrarse pronto campamentos. También surgían las primeras vocaciones de misioneras y de misioneros: primero fueron las mujeres. Algunas estudiantes de la Facultad de Filosofía de Olomouc se pusieron a caminar por la senda del carisma idente. Entretanto aumentaba el número de jóvenes amigos, futuros jóvenes identes, y aumentaba la frecuencia y la amplitud de las actividades de la Juventud Idente. Sobre todo en Pilsen, donde vino a vivir un queridísimo amigo, Pablo Chacón, siguiendo la invitación del Superior General. Era verdaderamente el cumplimiento de la parábola del grano de mostaza.

Con la ordenación sacerdotal del que subscribe, se abrieron horizontes en el campo eclesiástico. Así germinó también la planta del Instituto del Arzobispado, donde lo habían nombrado director espiritual, a causa de un “rapto”, usando el término del obispo auxiliar de Praga, Mons. František Lobkowicz, ahora obispo de Ostrava-Opava. Con el Instituto del Arzobispado, muchas relaciones con jóvenes y profesores, destinadas a durar. De ahí surgió la vocación de John De Gree, que hace ya bastantes años vive en California con su numerosísima familia.

Allá por el año 1993, o quizás el 92, Felipe Rufes había conocido a Antonín Lukeš, destinado a ser el primer misionero idente del mundo eslavo. Mi primer contacto con Antonín siguió la descripción de Felipe cuando tuvo que partir para China: “Es un joven rubio, de pelo largo, pantalón corto y chancletas, y viene a misa a esta iglesia y siempre va a comulgar. Se llama Tonda. Le he propuesto un proyecto”. Yo le conocí a Antonín así: Cuando le vi pensé “seguro que es él”. Le esperé a la puerta de salida de la iglesia y le dije, en un checo que lo entendía Antonín solo porque era checo y le bastaban algunos elementos para entenderlo: “¿Eres Tonda?” Me respondió: “Sí”. “¿Conoces a Felipe?”. “Sí”. “¿Te ha hablado de un proyecto?”. “Mmm…”. Fuimos directamente a un pequeño parque cercano. Nos sentamos en un banco y hablé con él. Bueno, le hablé o le pronuncié palabras difícilmente inteligibles. A Antonín yo le entendía mejor, aunque no bien, porque creo que en una lengua extranjera es más fácil entender que hablar. Bien, pues Antonín Lukeš es actualmente párroco en la Parroquia de la Natividad de María, de Praga, donde reside una comunidad de tres misioneros.

Así iban creciendo esas tiernas plantas que la Providencia sembraba. En el año 1996, surgió la cabalgata de Reyes Magos de Praga, también en circunstancias providenciales. Esta cabalgata fue creciendo, hasta llegar a echar raíces en la República Checa y transformarse en tradición popular. Además, según parece, ha sido inspiradora de esta misma actividad en Polonia.

Ya desde los comienzos y con el paso de estos años, otras vocaciones, eslovacas, han ido surgiendo: Miloš Miko, Anita Szaboová, Jana Boboková, Michal Koči. Se sembró una semilla muy pequeña, un puñado de almas impulsadas por una ilusión irrefrenable: cumplir una misión; los superiores sembraron un sueño; ese sueño fue tomando forma y adquiriendo envergadura. El carisma idente comenzó a hacerse planta, árbol, y a extender sus ramas, y en sus ramas aparecieron nidos. Son las muchas personas – muchos millares – que han tenido noticia de los misioneros identes (desconocidos antes totalmente en Checoslovaquia), que han manifestado su amistad, que han abierto sus corazones al mensaje idente, que han ayudado a los misioneros y misioneras, que han participado en nuestras actividades, que mantienen contacto, que se sienten identes (es el caso, por ejemplo, de muchos jóvenes que constituyeron el núcleo de la primera Juventud Idente de esta región y que se identifican como “identes”). El carisma idente se ha extendido en estos años en la Parroquia de la Natividad de María, en las relaciones con universidades (sobre todo la de Santa Isabel en Bratislava), en la participación de muchos jóvenes en la Ruta Jacobea, en Motus Christi, en encuentros internacionales, o como voluntarios en América, donde misioneros y misioneras checos o eslovacos han ejercido misiones durante años, en la Familia Idente.

El futuro en estos países eslavos está clamando por nuevas manos, para transformar de nuevo unas tierras maltratadas por la historia en vergeles de religión, de santidad; como lo fueron en tiempos de sus mártires (San Venceslao, santa Ludmila, san Adalberto, san Juan Nepomuceno, san Juan Sarkander, y otros) y de sus grandes apóstoles (San Cirilo y San Metodio, San Procopio, Santa Inés, Santa Zdislava, San Clemente, san Adalberto, que además de mártir es el apóstol de Polonia y de Hungría).

En fin, estas pinceladas de los primeros tiempos de la presencia del carisma idente en las repúblicas Checa y Eslovaca – para nosotros han sido siempre una sola nación, Checoslovaquia – son como el bosquejo de una catedral realizado por un niño que apenas sabe agarrar el lapicero.

Alberto Giralda, M. Id