“Mucha alegría en mi corazón por ver que puedo aspirar a la santidad en este mundo tan adverso.
“La santidad está al alcance de todos, como el amor” (una joven de Brasil).
¿Es posible alcanzar la santidad en el mundo actual?
Publicamos algunas reflexiones compartida en el del Motus Christi online entre Praga y Cabo Verde.
El 9 de marzo de 2024, se llevó a cabo el Motus Christi en línea, una experiencia intercontinental que reunió a jóvenes de África, América y Europa. En este encuentro, se exploraron diferentes perspectivas sobre cómo alcanzar la santidad en un mundo cada vez más secularizado.
El evento fue iniciativa de una joven de Cabo Verde, residente en Praga, quien participa regularmente en el Motus Christi presencial en la ciudad. Entre los invitados destacados se encontraban el obispo de Mindelo, Mons. Ildo Fortes, y el P. Luis Casasús Latorre, Presidente de los Misioneros/as identes.
Uno de los aspectos centrales del encuentro fue la pregunta formulada por Cristina Díaz de la Cruz: ¿Cómo podemos vivir la santidad en un mundo que nos seduce con sus encantos mundanos? Cristina enfatizó la importancia de mantener una oración vigilante para no sucumbir a la lógica del mundo ni caer en las artimañas del diablo, comparándolo incluso con una inteligencia artificial superavanzada.
Jaime Díaz de la Cruz compartió su visión sobre los pasos necesarios para vivir la santidad, comenzando por el bautismo y apoyándose en la oración, el Evangelio y la Eucaristía. Recordó las palabras de Cristo: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5), haciendo hincapié en el principio teantrópico, la acción conjunta de Dios y el ser humano.
Los participantes expresaron la gracia que experimentaron en el encuentro, reconociendo la importancia de escuchar la voz de Dios, seguir su voluntad y renunciar a la lógica del mundo, caracterizada por el egoísmo y el orgullo, para vivir desde la humildad.
El obispo Ildo Augusto de Mindelo alentó a vivir la santidad como un don de Dios, recordando que nuestra naturaleza como hijos de Dios nos llama a ser santos, como nuestro Padre Celestial es santo. Destacó que la santidad es contagiosa y posible en el siglo XXI, a pesar de los desafíos, y que aquellos que aspiran a ser santos pueden lograrlo, siendo una luz tanto para la Iglesia como para el mundo.
En su mensaje final, el presidente Luis Casasús nos instó a ser apóstoles del siglo XXI, ofreciendo su reflexión para su consideración.
Este encuentro fue una inspiradora muestra de cómo la búsqueda de la santidad puede unir a personas de diferentes partes del mundo, animándonos a seguir adelante con ilusión y determinación en nuestro camino hacia la santidad en el mundo actual.
Reflexión del p. Luis Casasús – Roma, 9 marzo 2024
En este tiempo de Cuaresma, una de las reflexiones centrales para todo cristiano es la vocación, cómo cambiar nuestra forma de vivir para poder escuchar la voz de Dios, que siempre nos pide hacer algo por Él y por los demás. Unas veces, somos nosotros los que sentimos esa sed de una vida plena y pedimos cómo vivirla, así le pasó al joven rico que se acercó a Jesús. Otras veces, es el mismo Dios quien nos pide ayuda, como hizo con Pedro cuando le dijo: Apacienta mis corderos.
Este retiro, que llamamos Motus Christi, tiene esa finalidad. Aunque sólo sea un breve tiempo, preparar nuestro oído para escuchar la voz de Dios. Sabemos que este es el comienzo de la oración: no decir unas palabras, ni transmitir a Dios unos sentimientos, sino escuchar su voz. Eso lo hizo Jesús desde niño, y todos recordamos que a los doce años comprendió que su Padre le pedía hablar en el Templo con los doctores de la Ley. María y José no podían entender bien este episodio, pero sabían que su Hijo había escuchado la voz del Padre celestial.
Si somos capaces de escuchar, podemos estar seguros que el Espíritu Santo nos hablará y nos dirá qué podemos hacer por los demás. Siempre serán cosas nuevas, pues el mundo cambia y nosotros también, pero lo más importante es que estamos siempre recibiendo nuevas gracias, nuevos dones. No podemos permitir que se pierdan, como ha pasado tantas veces al joven rico que mencionamos antes, a muchos que conocieron a Cristo personalmente y seguramente a cada uno de nosotros.
Me gustaría mencionar tres elementos de la oración que muchas veces olvidamos. Siempre decimos que en la oración hemos de pedir perdón, dar gracias, suplicar por las demás personas, alabar a Dios y no perdernos en muchas palabras. Todo esto es esencial, pero en la práctica nos cuesta cumplirlo.
- Un primer paso para orar es darme cuenta de que a Dios lo debo encontrar en el corazón del prójimo, es decir, en su dolor y en sus sueños más profundos. Hoy, especialmente, la juventud sufre porque no puede tener un testimonio vivo de fe. Para las generaciones anteriores era más fácil ver personas fieles a Dios, pero hoy Dios ha desaparecido incluso de la cultura. Por eso, nuestro padre Fundador, Fernando Rielo nos decía que somos misioneros del siglo XXI, porque hay necesidades nuevas y las que tenían los jóvenes se han hecho más graves, más agudas.
Hace unos meses hablaba en Francia con un joven que tiene un buen trabajo, un carácter equilibrado y es de verdad generoso. Pero enseguida confesó su profunda tristeza, su vacío y su frustración, porque nadie la había enseñado a dar la vida por los demás. Esto les ocurre a los jóvenes, no sólo que tengan problemas con las redes sociales, la droga y la sexualidad, sino que no pueden elegir otras cosas porque nadie se las ha mostrado. Así podemos empezar a orar, rogando cómo podemos ser misioneros de estos jóvenes, que tienen hambre, deseo profundo de entregar su vida.
- Un segundo elemento en nuestra oración es tomar en serio lo que dice Jesús en el Evangelio: Que, si oramos juntos, se nos concede lo que pedimos ¿De verdad creemos en esto? La experiencia demuestra que es verdad, lo que ocurre es que no nos damos cuenta de la respuesta de Dios: puede que sea en una forma o en un tiempo que no imaginábamos. Por ejemplo, junto con el Papa Francisco, millones de cristianos rogamos por la paz. Sin embargo, lo que vemos es que cada día aparece un nuevo conflicto, una nueva guerra ¿dónde está la respuesta de Dios? Igual que pasó al pueblo de Israel, estamos seguros que Él responderá. Tal vez cambiando los corazones de la próxima generación, o inspirando a unas pocas personas o grupos que cambiarán el mundo, como pasó a esos pocos primeros cristianos. Lo que es seguro es que cambia el corazón de quienes suplican juntos. Esta es la experiencia de los que auténticamente se unen para rezar a Dios.
- En tercer lugar, debo creer que puedo orar en todo momento. Esto no significa simplemente “a cualquier hora del día”. Quiere decir que, aunque acabo de cometer un pecado, o aunque me siento frío y sin ganas o extremadamente ocupado, la oración es posible. Se trata de poner en el altar mi debilidad, mi desgana o mis prisas. Decirle a Dios, aunque sea sin palabras: Esto es lo que soy, esta es mi flaqueza, este es mi vida llena de preocupaciones. Él prometió que cargaría con todas las dificultades. Yo lo he visto en personas que están muy enfermas, en madres que duermen muy poco o en jóvenes que han cometido errores graves, incluso crímenes. Tú y yo hemos de ver cuáles son los dolores, las dudas y las alegrías que puedo poner en el altar, como el publicano del Evangelio de hoy, del cual dice Jesús que “salió justificado”, es decir, perdonado y listo parar servir.
Estoy seguro que nuestra Madre María, en este Sábado dedicada a Ella, nos ayudará en el deseo de servir a su Hijo y a Dios Padre, escuchando –como Ella hizo, la voz del Espíritu Santo.
Gracias de corazón.