A continuación publicamos el mensaje a los peregrinos de la Ruta Jacobea Idente en su 37º Edición
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Queridos peregrinos identes del Camino de Santiago:
Siempre, cada año, esperando transmitir el espíritu que nuestro padre Fundador, Fernando Rielo, ha querido para nosotros en la Ruta Jacobea, el Presidente de nuestro Instituto misionero dirige un mensaje, buscando recoger lo que suplica para ustedes nuestra oración, en todos los países del mundo. Este año, me toca hacerlo de una forma inesperada, nada menos que caminando con todos ustedes
Doy gracias por esta oportunidad, porque he visto muchas veces, en numerosos países y en toda cultura religiosa, que las peregrinaciones, aunque sean muy diferentes, tienen una característica común: se recibe una gracia inesperada.
Así le sucedió a la Madre Teresa de Calcuta, el día en que se iniciaba su viaje a un convento lejano para un retiro espiritual. Al inicio de ese largo camino, se encontró con un hombre hambriento y enfermo y en él pudo leer la voluntad de Dios para su propia vida. Esto significó un cambio en su manera de entregarse a los demás, como bien sabemos, pasando de la educación de las jovencitas al cuidado de los más pobres y abandonados.
A nuestro Fundador, Fernando Rielo, también le ocurrió algo parecido, pues estaban en camino para visitar la Casa de la Virgen, en Turquía, siguiendo su impresión de que María le mostraría algo para el bien de sus misioneras y misioneros. Pero, al hacer escala en Roma y visitar la Basílica de San Andrés del Valle, cuenta que ya recibió como regalo, como una gracia para todos nosotros el Trisagio, la oración que abre y cierra el día, poniendo nuestra vida en manos de nuestra Madre celestial, a quien por eso llamamos Madre de la Vida Mística.
No olvidemos que nuestro caso no es diferente. Sin duda partimos con un corazón abierto y dispuestos a escuchar lo que Dios mismo nos quiere transmitir. Lo hará más intensamente de lo que imaginamos.
Tengamos en la mente y en el corazón el ejemplo de los Reyes Magos, esos tres peregrinos que literalmente encontraron al Niño Dios que esperaban con una mente cultivada y un corazón inocente.
Una peregrinación, como esta, a Santiago de Compostela, se realiza tradicionalmente caminando juntos, compartiendo momentos de silencio, de diálogo y de oración comunitaria, de reposo y de comida. Como decía nuestro padre Fundador, hemos de aprovechar especialmente esta situación para acoger lo que ciertamente tocará nuestra sensibilidad, por medio de tres fuentes: Dios, Naturaleza y Sociedad.
Dios hablará a cada uno en el silencio, en los momentos donde podamos reflexionar sobre nuestra vida ordinaria, los problemas que no sabemos resolver y los sueños que no hemos podido realizar, sobre todo, el bien que quisiéramos hacer al prójimo y no vemos cómo conseguirlo. Pero también nos recordará los bienes recibidos, sobre todo el perdón por nuestra vida mediocre. En el Camino aprenderemos a ser más agradecidos, incluso por la falta de comodidad que siempre afecta a los viajeros, que nos hará apreciar los bienes materiales, pero sobre todo la misericordia que cae del cielo como lluvia para los que se confiesan pecadores y no esconden sus flaquezas.
La Naturaleza estará estos días más cerca de nosotros y nos recordará que no la hemos creado, que está llena de misterios, comenzando por nuestro cuerpo y nuestra alma. Igual que les sucede a los poetas y a los sabios, admiraremos el día y la noche, veremos con nueva luz los paisajes y las criaturas, y daremos gracias por la sombra, incluso por la lluvia que a veces calmarán nuestro agobio bajo el sol.
Finalmente, la Sociedad, en todas sus dimensiones, comenzando por la pequeña familia que formamos sobre el Camino. También los amigos acogedores que ya nos conocen de otros años y esperan abrazarnos con una hospitalidad heredada desde hace siglos. No olvidamos quienes oran por nosotros, aquellos que nos han pedido encomendar sus vidas ante el Apóstol Santiago y los que esperan nuestro regreso. La Sociedad son también los millones de seres humanos que caminaron antes que nosotros, los que durante siglos se enfrentaron a dificultades de todo tipo, dando incluso la vida por llegar a Compostela. Su recuerdo, el arte y las construcciones que dejaron a su paso, nos harán más sensibles a la voz divina. Al ponernos ante los restos de Santiago, demos gracias a quienes nos han precedido en el camino, en la vida y en la verdad.
El Papa Francisco recordaba en el 2016, durante el Jubileo de la Misericordia, que una peregrinación no es un acto de masas, aunque se reúnan muchas personas. Hemos de contemplarlo, decía, como algo muy personal, muy íntimo, donde cada uno de nosotros camina llevando su historia y su fe, sus luces y sus sombras, seguros de que nuestro humilde esfuerzo tendrá una repuesta.
Ciertamente, el peregrinar nos ayuda a salir de nosotros mismos, de ese mundo que todo ser humano construye en el corazón para intentar refugiarse del miedo y de la responsabilidad. Esto es tan cierto que todas las tradiciones espirituales y religiosas han intuido que cada lugar tiene una fuerza o una gracia especial. Los antiguos griegos fueron a Delfos, los peruanos a Cuzco, los budistas a Kapilavastu, los musulmanes a La Meca y los judíos a Jerusalén.
Cristo acogió esta realidad universalmente reconocida, diciendo que Él mismo es Camino, Verdad y Vida. Con ello nos enseña que la llegada es importante, pero cada paso a su lado tiene un valor, un sentido, y así comprenderemos mejor que este mundo no es nuestra morada, sino que podemos vivir como Él, siempre conscientes de que cada instante es un paso hacia nuestro Padre celestial, incluso si nuestra fe es pequeña o no existe.
Nos dirigimos a un lugar donde Dios ha obrado el milagro de muchas conversiones, algunas de ellas las recordamos con especial admiración y gratitud porque se han dado en nuestro grupo peregrino.
Seguro que nos ayudaremos y nos animaremos con generosidad diferente, renovada.
Seguro que estos días serán también llenos de una felicidad diferente, bendecida.
Seguro que nunca olvidaremos los pasos de quien estaba a nuestro lado en silencio conversando o cantando, porque todo eso se transforma en oración.
Pedimos a Santiago Apóstol y a nuestro padre Fundador que nos lleven ante la presencia de los Sagrados Corazones de Jesús, María y José.
¡Buen Camino a todos¡
Luis CASASUS
Presidente de los misioneros y misioneras identes