El campamento anual de niños y jóvenes de la Juventud Idente de Tailandia tuvo lugar del 9 al 12 de abril en el recinto de nuestro centro pastoral en Chiangmai. Niños, jóvenes y profesores de campamento disfrutaron de cinco días de convivencia bajo el lema de la Juventud Idente: Dios, naturaleza y sociedad.
Este año muchas de las actividades giraron en torno a la encíclica del Santo Padre Laudato si’: se plantaron árboles y se hicieron talleres de reciclaje. Esta actividad contó con la ayuda de voluntarios y benefactores que hicieron posible una vez más crear un espacio para el desarrollo de los acampados en armonía, con risas, cantos y juegos. La mayoría de niños y jóvenes fueron llegando poco a poco desde sus aldeas, y también contamos con niños de la ciudad de Chiangmai.
Además tuvimos la visita sorpresa del obispo de Chiangmai, quien entabló un diálogo con los acampados.
Una vez más hemos sido testigos de la magia que nace en los corazones de los niños al vivir unos días de superación para ser más generosos y abrirse a los demás.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
