¡Quién me iba a decir que estando frente al Monte YeYé de Yaoundé, podría conocer el Monte Irago! Así comenzaba su aportación a la velada artística una de las participantes. Y es que la Ruta Jacobea Idente “en línea” es un inesperado y hermosísimo regalo para sus participantes así como la velada artística realizada el 2 de agosto con participantes de Angola, Camerún y Francia.
Tuvimos la gracia de escuchar el testimonio de José Manuel, que ha realizado la Ruta Jacobea idente en 11 ocasiones y manifestó las impresiones que habían permanecido en su corazón: La alegría al llegar a la Catedral de Santiago y dar el abrazo al apóstol, que es como llegar al cielo, y la impresión de Jesús sufriente en el Jardín de los Olivos reconfortado por un ángel, San José, a través de una imagen que se encuentra en la iglesia de S. Francisco de Villafranca del Bierzo, que permaneció en él como lo más importante del Camino.
Disfrutamos también de una danza que representaba cómo Jesús está en todo momento con nosotros, una canción interpretada a la guitarra, poemas… y Eleuthère presentó un montaje de fotografías de la Ruta de años anteriores. Jean, como presentador, compartió pasajes del Mensaje del Presidente de los Misioneros y Misioneras Identes, el P. Jesús Fernández Hernández.
Compartimos el poema “gratitud” de Bertha, el poema de nuestro padre Fundador, Fernando Rielo, “He conocido un joven ateo” del libro “Los hijos del encuentro”, con el que se cerró la velada.
Los asistentes disfrutamos del encuentro con los demás, aunque fuera sólo virtual, y de la belleza que se había compartido, dejándonos en alegría y con el ánimo renovado para continuar haciendo el Camino y reunirnos de nuevo.
Poema de Bertha
Gracias por el respiro de tu amor
que late en el amanecer de cada día.
Gracias por amarme a cada momento,
y sin juzgarme.
Gracias por la lágrima que corre
en la cruz por mí para salvarme.
Gracias por el pétalo de la flor
que ofrece su perfume con dolor.
Gracias por un gesto tierno,
por la voz de un niño,
por una mirada pura,
por una sonrisa abierta,
por el trino de los pájaros,
que jugueteando dejan su aroma de libertad en el vuelo.
Gracias por el sol que nace y se despide
Cada tarde.
Gracias por la brisa que calla,
por el silencio que muere.
Gracias por ser Tú
la humilde luz que brilla
en la grandeza de cada ser humano.
Gracias por creer en mí
cada vez que caigo
y que te hago daño.
Gracias por ver en mí esa pequeña luz
que quiere levantarse.
Gracias por tu Voz que llega a mi oración
inconstante de la tarde.
Pero a pesar de todo
escucho Tu tenue Voz
que me dice:
“Sígueme, sígueme,
que Yo soy tu descanso”.