Desde hace dos fines de semanas, fruto de verdadera creatividad y generosidad apostólica; se vienen realizando varios #MotusChristi online en los que participan miles de personas de América, Asia, Europa y África. Estos encuentros, gracias a los medios de comunicación, son una oportunidad para dejar que Cristo mueva nuestras vidas, hacer un minuto de silencio y escuchar la palabra del Padre, quien nos consuela, nos reconforta y nos anima a vivir con verdadera esperanza los difíciles momentos que enfrenta nuestra amada humanidad.
En el último Motus Christi, el p. Jesús Fernández Hernández, presidente de las misioneras y misioneros Identes, nos recordaba que “todos los seres humanos tenemos un espacio sagrado: la oración”; y nos animaba a que el evangelio fuera el centro de nuestra vida, ya que Cristo nos informa, nos forma y nos transforma, como verdaderos hijos del Padre.
Desde Perú, jóvenes y familias han participado de estos espacios de encuentro, manifestando la alegría de ser una Iglesia en salida a pesar del tiempo de cuarentena que vivimos. Una iglesia en salida que traspasa fronteras y nos hace hermanos en Cristo “porque donde están dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18:20)
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
