Para poder ayudar a los demás de la mejor manera es necesaria una formación tanto humana como espiritual. De esto se dieron cuenta los 43 jóvenes que el pasado 26 de noviembre recibieron el certificado de participación a los cursos de voluntariado y de formación de líderes desde la metodología innovadora del Parlamento Universal de la Juventud (PUJ).
Los cursos, que vieron la participación de ponentes nacionales e internacionales, fueron eventos académicos que contaron con un importante componente práctico. Varios de los jóvenes participantes han comenzado ya a trabajar en proyectos concretos: algunos en el voluntariado Idente que se está desarrollando en la parroquia de San Antonio de Padua (Santo Domingo), otros están actualmente trabajando con 20 niños, en donde cada voluntario se encarga de uno o dos niños.
“Gracias porque nos han ayudado a darnos cuenta cómo el mundo se cambia comenzando por nosotros mismos”, decía uno de los jóvenes a los organizadores del curso. Los jóvenes se han dado cuenta de que comprometiéndose con sus vidas a hacer el mayor bien posible allí donde se les ha llamado, están evangelizando en medio de esta pandemia, ¡en pleno siglo XXI!
Los cursos han sido organizados por la Juventud Idente de Santo Domingo, en unión con la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, sede Santo Domingo, y con la asociasión mejicana de voluntariado idente “Tonkniuan”.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
