En el mes de Setiembre, el vicerrector de la universidad Peruana Austral del Cusco, quien conoce bien algunas misioneras, solicitó hacernos cargo de la Pastoral Universitaria. Cabe mencionar que la universidad ha firmado un convenio con el Arzobispado del Cusco, razón por la cual se conversó con el Arzobispo del Cusco, a quien le pareció bien, mostrándose contento por la riqueza que comporta nuestro carisma y animándonos para llevar a cabo esta misión en coordinación con el Padre Hebert Challco, responsable de la Pastoral Universitaria del Cusco.
A finales del mes de setiembre 5 jóvenes asistieron como representantes de la naciente pastoral universitaria al Congreso Misionero de la Juventud, organizado por la arquidiócesis del Cusco.
El martes 12 de Octubre se realizó la Misa y Bendición del local de la Universidad. La celebración fue presidida por Mons. Richard Daniel Alarcón Urrutia, Arzobispo del Cusco, quien en su homilía manifestó que “Cada uno de ustedes es como una piedra viva que arma la estructura de la universidad, ustedes son lo más importante, de nada vale bendecir paredes, de nada sirve bendecir laboratorios, si no se preocupan de hacer que esa bendición toque la mente y los corazones de cada uno de los estudiantes; que de sentido a su ser completo, para que la universidad genere hombres y mujeres nuevos para una sociedad nueva hoy que tanto lo necesitamos”.
Al terminar la ceremonia, Monseñor Alarcón manifestó su alegría animándonos a seguir acercando a los jóvenes a Cristo y a hacer el bien en esta casa de estudios.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
