La pasada semana se celebró la festividad de San Agustín y el barrio palmesano de Calamajor se revitalizó para celebrar las fiestas del santo patrón con numerosos actos sociales para toda la familia.
Las misioneras y misioneros Identes dirigimos esta parroquia del barrio de Calamajor desde hace tres años y hemos tratado de imprimir un toque especial a las celebraciones de este año. El acto más importante tuvo lugar el 1 de septiembre con una misa solemne presidida por nuestro Obispo, Mons. Sebastià Taltavull i Anglada, y finalizará el próximo sábado 7 de septiembre con una excursión parroquial a Alcudia donde se visitará el Santuario de la Victoria en un día de convivencia y hermandad entre todos.
Queremos destacar la presencia de nuestro querido obispo quien ya desde principios de verano confirmaba su asistencia a esta celebración. En su homilía nos habló sobre la humildad, centrándola en nuestro santo y nos decía cómo le había llamado la atención la humildad y el amor con los que San Agustín se acercó a nuestro Padre celestial. Solo desde la humildad se puede decir: “Tarde te amé”.
Que todos nosotros sepamos también con humildad saber acercarnos a nuestro Padre celestial aprendiendo de María y de este gran santo.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
