Idente married missionaries and members of the Idente Family of Santiago and Valparaíso are part of the new council that has met in Santiago deChile on Tuesday, February 13, to begin their work.
The new members began by reflecting on the first two chapters of St. Paul’s letter to the Philippians, in which the apostle explains how harmony and humility should impel a community to participate in the same spirit, having a compassionate heart, filling themselves with joy, and living together in the same love and in the same end.
This new council is very original: its president is Ana María Sará, a married missionary, an agronomist, who dreams as well of cultivating the spiritual life of many Chilean families. The vice president, Oscar Enriquez, with the structure and vigor of a good sailor, wants to sail offshore with the Idente Family. The treasurer, Lucila Candia, as a great pedagogue and administrator, wants families to see the need of humanity, to be generous with one another, and to promote projects to help those who need it most. And the Secretary Betty Andonaegui, idente missionary, secretary by profession, is very neat in knowing how to write down and project all the dreams of the team.
After a meeting of intense work, this first meeting was concluded with a meal and moments of authentic coexistence, in the characteristic style of the Idente Family. Chile dreams of an Idente Family that reaches many Chilean families through seminars, meetings, solidarity and coexistence; to help heal their wounds.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
