La pregunta oculta pero siempre presente en el Motus Christi virtual del sábado 24 de abril fue: “¿Quieres ser amado?” Una interrogante presente sobre todo en cada uno de los corazones de los setenta y tantos jóvenes participantes y que ha marcado el ritmo de un nuevo Motus de jóvenes continuo y que en esta ocasión se centró en la súplica de los apóstoles: “¡Señor, enséñanos a orar!”.
Y así, guiados por las palabras del padre Jesús Fernández, presidente de los Misioneros Identes, entramos en este microclima de cercanía con el Padre Celestial, en su abrazo que es amor, ternura, confianza, serenidad, paz. Entramos, paso a paso, en la atrevida oración que Cristo nos enseña, una oración compuesta de siete preguntas, claras y directas. Preguntas que simbolizan la plenitud (siete es un número significativo en la Biblia). El amor es la clave del Padre Nuestro, el amor de un Padre que nos llama a ser hijos, y realmente lo somos, aquí y ahora. El Padre se inclina ante nosotros, se acerca para que le digamos, como Pedro, más allá de nuestros pecados, “¡sabes que te amo!”.
Sólo dejándonos envolver por el clima de gracia que es nuestra filiación estaremos dispuestos a decir: Mi alimento es hacer tu voluntad. Cristo sabe que no siempre respondemos a las exigencias de su voluntad, pero nos enseñó el perdón, y esto es suficiente para nosotros.
Jesús Fernández concluyó diciendo que el Padrenuestro es una invitación constante a la conversión: el Padre nos perdona y nos pide perdonar. ¿Y si perdonamos, todo desaparece?. No. Lentamente en la oración comienza a desaparecer. Estamos en una batalla espiritual. Él, la gracia, transforma el mal en bien, nos da la fuerza para superarlo.
A esto siguió el fascinante testimonio de una joven misionera, Irene Scifoni, que creció en Nomadelfia, una comunidad de familias que viven como las primeras comunidades cristianas. Entró en la vida común en Bolonia y ahora vive en Roma. Irene nos guió en la intimidad de su búsqueda y en el descubrimiento de un Dios cercano y personal, un Dios que es amor que ilumina la verdad que eres y te transforma, una propuesta de amor esculpida en ti, que no puede ser olvidada y por la que vale la pena darlo todo.
Las impresiones que siguieron fueron muy ricas, en el silencio de las palabras que entraban en los corazones. Cristo está dentro de nosotros, nos hace entender algo, nos toma de la mano. “llevo dentro un grupo que me hace participar semana tras semana”, dijo una joven toscana muy fiel.
En las siguentes reflexiones resonó el deseo de ser hijo, la diferencia entre ser y sentirse hijo. Sentirse trastornados por el afecto de un Padre que nos ama sin reservas. “Es difícil encontrar a alguien en este mundo que nos ame a pesar de todo”, confesó otra joven.
No faltó la profunda sinceridad de un joven de Bolonia que testimonió su sentirse mimado por el Padre Celestial que siempre, reconoció, estuvo cerca de él. En los últimos tiempos, en particular, le ha ayudado en su relación con su padre terrenal que, al principio frío y cerrado, ahora se está abriendo, llenando su corazón.
Dos jóvenes concluyeron expresando su voluntad de confiar en Cristo, de anteponer su voluntad a nuestro egoísmo, porque Él tiene la clave para entender cómo ser feliz. Cristo nos dice: “no tengas miedo, estoy aquí”, y siempre nos toma de la mano.
Y así, sintiéndonos niños y hermanos nos dejamos, dándonos una cita la semana que viene, porque como una chica escribió en el chat recordando el testimonio: “La belleza viene si perseveras”.
Gracias a todos y al próximo Motus Christi, el movimiento de Cristo en nosotros.