« La grâce de la profession est cet infus en vertu duquel Dieu lui-même, en toute justice, s’est engagé, captif de celui qui fait la profession, afin de l’assister à tout moment jusqu’à la fin de sa vie. » (Fernando Rielo)
Le 17 mars, avec la profonde impression que nous laissent ces mots de Fernando Rielo, notre Fondateur, sur la grâce de la profession, Paulina Moya, 35 ans, a prononcé ses vœux perpétuels comme missionnaire idente dans notre paroisse de Santiago du Chili, San Alberto Hurtado. L’Eucharistie a été présidée par notre président, le Père Jesús Fernández, et concélébrée par quelques missionnaires ainsi que le curé de la paroisse du Bon Pasteur, paroisse avec laquelle les missionnaires identès collaborent.
Environ 300 personnes ont assisté à la célébration, parmi lesquelles des paroissiens, la communauté des sœurs mercedaires, des franciscaines, des jeunes de la pastorale universitaire, des collègues de travail et des membres de la la Famille Idente. Les premiers à arriver, alors qu’ils vivent à plus de 100 kilomètres de Santiago, ont été les parents et les frères de Paulina; très fiers des voeux perpétuels de leur fille et sœur. Au cours de l’homélie, notre président a remercié la famille de notre sœur en redisant combien les parents sont de grands éducateurs. Il a souligné que, dans un contexte de profonde souffrance pour l’église chilienne, ce « oui » au Christ – beau, sans détours ni doutes –devait être une grande joie pour tous, et transformer tout ressentiment en gratitude.
Puis la Supérieure générale a reçu les vœux perpétuels de notre sœur, qui a prononcé ses vœux, touchée et émue au plus profond. Félicitations, Paulina!
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
