El pasado 25 de noviembre los jóvenes que se preparan para recibir la confirmación en la parroquia rural San Francisco Javier (Chiquitania, Bolvia) fueron de misión a la aldea de San Javierito. A los jóvenes se unieron catequistas, líderes religiosos, integrantes de la Juventud Idente de San Ignacio, tres voluntarios de Eslovaquia y uno de Francia.
Con mucha ilusión y compromiso se visitaron las familias de la aldea, casa por casa, llevando lecturas del Evangelio sobre la caridad; proponiéndolas como clave para la vivencia del amor, del perdón y de la convivencia familiar, muchas veces debilitada y afectada por el abandono, irresponsabilidad, alcoholismo o falta de madurez humana y espiritual.
El hecho de haber integrado a los jóvenes de las distintas comunidades creó una mayor unidad en lo equipos que iban a visitar a las familias. La timidez inicial de los jóvenes se fue paulatinamente transformando en entusiasmo y seguridad para transmitir el Evangelio en la comunidad, donde la mayoría de las familias vive de caza, pesca y recolección de plantas silvestres.
Luego de la comida, se concluyó la misión con un “Ateneo”: un encuentro artístico en el que niños y jóvenes nos deleitaron con sus números, destacando su amor al folclore chiquitano y boliviano. Quedarán por mucho tiempo en nuestras mentes y corazones los rostros agradecidos de las familias por las visitas que recibieron y por haber visto tanta juventud animada a vivir y difundir el Evangelio.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
