El dia de la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, missionario Idente Rueangdet Sombunphunphoem, actual superior en funciones de Tailandia, recibió el orden de diácono de manos del obispo de la diócesis de Chiang Rai, S.E.R. Mons. Joseph Wutthilert Haelom, que sustituía al obispo de Chiangmai por encontrarse este en Italia para acompañar a una comisión de monjes budistas en su visita al Santo Padre y para asistir al Encuentro Mundial de las Familias.
La ceremonia tuvo lugar en la Catedral de Chiangmai, que está bajo la advocación del Sagrado Corazón de Jesús, y fueron ordenados tres diáconos: un Misionero Idente y dos miembros de los Misioneros de Betharam.
Estuvieron presentes en esta ordenación superiores de ambas instituciones. Para ello llegó desde Nueva York el Procurador General de los missioneros Idente Fernando Real, que dirigió unas palabras a los nuevos diáconos alentándolos en esto camino de servicio a Cristo y a su iglesia, que anima y enriquece el amor a la Santísima Trinidad, viviendo la alegría del que lo da todo.
Para este acontecimiento vinieron muchas personas de todo Chiangmai. Estuvo presente la familia de Idente Rueangdet Sombunphunphoem: su madre y una hermana que también es religiosa, tíos, hermanos
Al día siguiente se celebró una misa de acción de gracias en la iglesia de la Divina Misericordia que llevamos los Misioneros Identes. El procurador general nos habló de la entrega y obediencia que vemos en la vida de Rueangdet, que se ha dejado hacer por la Providencia siguiendo generosamente el camino que se iban abriendo ante Él.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
