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Vive y transmite el Evangelio

El tesoro, la perla y la sirena | Evangelio del 30 de julio

By 26 julio, 2023julio 30th, 2023No Comments


Evangelio según San Mateo 13,44-52:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.

»También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

»¿Habéis entendido todo esto?». Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo».

El tesoro, la perla y la sirena

Luis Casasús, presidente de las misioneras y los misioneros identes

Roma, 30 de Julio, 2023 | XVII Domingo del Tiempo Ordinario

1Reyes 3,5.7-12; Rom 8,28-30; Mt 13,44-52

 1. Las parábolas del tesoro escondido y de la perla son tan breves que podría parecer que su significado es ya conocido y algo genérico: “el reino de los cielos es muy valioso”. Sin embargo, más allá de la parábola del Sembrador, que el Evangelio nos recordaba hace una semana, nos enseñan algo muy íntimo y preciso del ser humano: cómo es la dinámica de la abnegación, del negarse a uno mismo.

Esto es tan esencial que nuestro padre fundador nos enseñó desde el principio que el esfuerzo máximo de nuestra oración ascética no se limita a practicar un recogimiento mental, y una quietud en la voluntad, sino a vivir en un estado de abnegación. Pero nos lo ha enseñado de forma tan concisa como clara: la abnegación es el último grado (llamémosle así) de la Unión Purificativa ¿Por qué este nombre? Sencillamente, porque Cristo revoluciona nuestra forma de ver las cosas. Nosotros pensamos que nos debemos purificar para unirnos a Dios. Y eso tiene mucho de verdad, pero lo importante es que nos purificamos a medida que nos vamos uniendo a Él. Y esto se realiza a través de actos de abnegación.

Un alma turbulenta y sensible como la de Oscar Wilde lo comprendió muy bien. Volvemos a citar a este escritor (1854-1900), que escribió un cuento titulado El Pescador y su Alma, donde específicamente trata de la fuerza purificativa del verdadero amor.

Es la historia de un joven pescador que, en una ocasión, después de haber lanzado sus redes al mar, no tenía ni siquiera la ligera sospecha de que había atrapado una sirena. Fue una gran sorpresa; se sintió fascinado por su belleza y por sus cantos que atraían cientos de pescados a sus redes. A fin de poder compartir su vida junto a ella, en lo profundo del mar, decide vender su alma, lo cual era una condición necesaria para unirse a una sirena.

Pero el alma no deja en paz al pescador, e intenta por todos los medios tentarlo para poder regresar así a su cuerpo. Lejos de su sirena, se vuelve muy susceptible a todo tipo de tentaciones. Es así que, finalmente el alma vuelve al cuerpo del pescador, haciendo que este deje el mar y abandone a su sirena. Como venganza, el alma traicionada obliga al pescador a hacer las cosas más crueles y malvadas. A pesar de los esfuerzos del joven por librarse nuevamente de su alma, no lo logra, y al regresar al mar del cual había salido, se encuentra a su amada sirena muerta en la orilla. Tan grande era su amor, libre ya de sus deseos de placer y de dinero, que se sumerge en el mar, y muere junto a ella.

Sí; en verdad ese cambio sucede en nosotros, de forma sublime, en nuestra relación con las Personas Divinas. Como dice Jesús en las dos parábolas que comentamos: cada acto, cada esfuerzo de unirnos a su voluntad, va cambiando nuestra alma y la hace de verdad más pura, más alejada de las cosas del mundo, del demonio y de la carne.

Para lograr un amor más pleno, más valioso con la voluntad divina, tenemos que abandonar no solo nuestros vicios dominantes, sino perlas más pequeñas, tal vez buenas acciones con las que nos sentimos felices, a gusto, satisfechos de poner en práctica nuestros talentos. Dios nos llama a actos de misericordia en los que nos vamos dejando la vida, el alma, las expectativas, pero tenemos ocasión de dar testimonio de la poderosa presencia de Dios en nuestra frágil existencia. Pero es así porque la purificación no solo nos libera de la concupiscencia, sino que afina y fortalece nuestro éxtasis; nuestra forma de acercarnos a los demás.

En una ocasión, un religioso me contaba cómo cuando era joven se sintió profundamente conmovido por el ejemplo de un misionero algo mayor que él, lo cual le llevó vigorosamente a reconocer y aceptar su propia vocación. Al pasar los años, los acontecimientos le llevaron a tener que acompañar a su admirado hermano de comunidad, estando encargado de ayudarle tras un lamentable escándalo. Me confesó que, en medio de la contrariedad que sentía, la Providencia le había mostrado que siempre debería acercarse a los demás con una misericordia mayor de la que podía imaginar.

Al leer la Primera Lectura de hoy, recordé esta experiencia, pues el rey Salomón acogió el don de sabiduría que Dios le concedió, sin perder de vista los errores cometidos por su admirado padre, el rey David… y él mismo, al final de su vida se hizo politeísta, cayó en la lujuria y el culto a las riquezas. La victoria en nosotros del reino de los cielos, ciertamente, es fruto de la sabiduría divina y la abnegación de quien la acoge.

—ooOoo—

2. De forma verdaderamente complementaria, decimos que, en nuestra vida mística, donde el Espíritu Santo toma la iniciativa, vamos atravesando purificaciones que nos llevan a la unión, siempre más profunda, con Dios. Si en la vida ascética hablamos de Unión Purificativa, podemos decir que en el trabajo del Espíritu Santo se lleva a cabo la Purificación Unitiva. Esa unión se va llevando a cabo como decía el monje San Doroteo de Gaza, en un camino de misericordia creciente, que os va acercando al mismo tiempo a Dios y a nuestro prójimo. El reino de los cielos toma posesión de nosotros de esta manera. Lo explicaba con una imagen geométrica:

Imaginen –decía a sus discípulos- que cada ser humano está en un punto de un círculo cuyo el centro es Dios. Nuestras vidas son como una línea recta que se va aproximando al centro. Al seguir ese camino, las líneas se hacen cada vez más próxima entre sí. Y concluía San Doroteo: Cuanto más nos acercamos a los demás, más nos acercamos a Dios y cuanto más nos acercamos a Dios, más cerca estamos de los demás.

También podemos comparar al mercader de perlas y al hombre que encuentra el tesoro por accidente, tal vez cuando trabajaba como obrero agrícola. La lección inmediata es que el Espíritu tiene una forma de actuar diferente en cada uno de nosotros o en momentos distintos de la vida de la persona. Hemos de estar preparados para una llamada inesperada, que tal vez nos parezca un desafío formidable, y también para una discreta sugerencia, una solicitud de un pequeño esfuerzo que Él convertirá en luz. A veces tenemos la gracia de ver lo que fue un signo profético y en otras ocasiones nos llenamos de asombro ante los sorprendentes planes divinos.

Pero la Primera Lectura nos enseña que Salomón estaba activamente dedicado en el templo de Gabaón, a la contemplación y la escucha de Dios, donde según el relato bíblico, ofreció mil holocaustos a Yahveh (1Reyes 3: 4). De esta manera tan expresiva se nos recuerda cómo debemos dar signos de atención y de escucha a Dios, no solamente con sacrificios, sino apartándonos de nuestros deseos, aunque parezcan lícitos, convenientes o inocuos. Así lo confirma la voz de Dios (versículos 10-11), que expresa su satisfacción por la actitud de continuo discernimiento de Salomón.

En efecto, creer en la existencia de Dios no es difícil, puede ser una opinión sin demasiada influencia en nuestra vida. Pero creer en su Providencia es otra cosa. La Segunda Lectura nos recuerda que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, lo cual en ocasiones parece contrario a nuestra experiencia, pues sufrimos el dolor en muchas formas, incluida la impotencia para ayudar a quienes amamos.

Pero el mayor éxito en el que podemos participar está bien descrito en las palabras que hoy escuchamos a San Pablo: A quienes Dios conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, que había de ser el primogénito entre muchos hermanos. Así, no se trata sólo de hablar de Cristo, ni de realizar hazañas espirituales; una vez más, estamos llamados a la abnegación, a disminuir para que Él crezca ante los ojos de nuestro prójimo. Solo identificándonos con su misericordia, al vivir lejos de nuestros juicios y deseos, podemos “reproducir su imagen” en vez de la nuestra.

Es claro en las dos parábolas que debemos abandonar cosas preciadas; y nada lo es más que nuestras opiniones y deseos. Además, la forma de hacerlo ha de ser con diligencia, como el afortunado descubridor del tesoro o el comerciante de perlas. Cuántas personas jóvenes y bastante inteligentes, además de laboriosas, entienden que Dios les llama… y se permiten someter esa llamada a supuestas consideraciones de prudencia, de ir poco a poco, de “cada cosa a su tiempo”.

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3. La tercera imagen del reino de los cielos, la red, nos dice todo lo contrario; nos habla de la importancia del tiempo presente, de la necesidad de dar una respuesta al Espíritu AHORA MISMO y esto no se limita solo a las personas que eventualmente deben decidir sobre su consagración religiosa, sino a ti y a mí, que somos convocados a poner lo nuevo y lo añejo al servicio del reino. Lejos de ser una llamada al activismo, se trata de una invitación a considerar todo lo que hemos recibido, todo lo que nos permite amar a Dios y al prójimo con todo el corazón, y con toda el alma, y con toda la mente y con todas las fuerzas. (Mc 12: 30). Tarde o temprano, la imagen de Cristo se hará visible en nuestros tímidos pasos:

Una historia en la tradición judía habla de un rabino que era tan santo que se rumoreaba que los sábados por la tarde ascendía al cielo para conversar personalmente con Dios. El rumor surgió de la observación de que este rabino simplemente parecía desaparecer de la vista de la comunidad local hasta el final del día. Varios chicos decidieron seguir en secreto al rabino.

Durante toda la tarde y hasta primera hora de la noche le vieron entrar en las casas de los ancianos, los enfermos y los pobres. Preparaba comidas, limpiaba las casas y leía las escrituras a los solitarios. Cuando más tarde les preguntaron si el rabino había ascendido realmente al cielo, los chicos respondieron: No. Subió mucho más alto.

La red nos habla del fin de los tiempos, pero también del discernimiento, del trabajo de Recogimiento y Quietud que debo hacer ahora mismo.

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Luis Casasús

Presidente