Evangelio según San Lucas 1,1-4;4,14-21:
Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy».
La Palabra de Dios: libertad y gozo
Luis CASASUS Presidente de las Misioneras y los Misioneros Identes
Roma, 26 de Enero, 2025 | III Domingo del Tiempo Ordinario.
Neh 8: 2-4a.5-6.8-10; 1Cor 12: 12-30; Lc 1: 1-4;4,14-21
Vale la pena hacer un esfuerzo de imaginación y colocarse en la Plaza de la Puerta del Agua, donde se desarrolla la Primera Lectura. Aunque el pueblo de Israel tenía un claro sentimiento religioso y estaba agradecido a Yahveh por haberle sacado de la esclavitud en Babilonia, ahora la dificultad era interna: corrupción, violencia, todo tipo de costumbres viciosas, abuso de los débiles…
El pueblo reunido en la Plaza derramó lágrimas de arrepentimiento y después fue invitado a celebrar con alegría, al haber comprendido que Yahveh seguía a su lado a pesar de haber sido infieles a la alianza con Él.
Aunque nuestra cultura actual y la situación histórica sean muy diferentes, el efecto de la Palabra de Dios es semejante: no algo meramente informativo, sino transformativo, cuando cae en tierra acogedora. Basta una sencilla evidencia: lo que anunciaba el Antiguo Testamento lo vemos realizado en Cristo, por lo cual comprendemos que Dios Padre tiene verdaderamente un plan de salvación.
No sólo eso, el propio Jesús concluye leyendo al profeta Isaías y diciendo que esta Escritura, que ustedes acaban de oír, se ha cumplido hoy. Esto era insólito. Después de siglos de profecía, declaró que era Él en quien se haría realidad todo lo anunciado. Esto explica por qué tuvo que comenzar realizando algunos prodigios, como devolver la vista a los ciegos o expulsar demonios, para que la gente pudiera creer y no lo tuviese por loco.
Se cuenta una historia sobre un campeón mundial de boxeo de los años 70 del siglo pasado, un hombre que nunca se caracterizó por su humildad. Durante un vuelo, el avión se encontró con mal tiempo. El piloto advirtió de una «zona de turbulencias». y ordenó a los pasajeros que se abrocharan los cinturones y todos cumplieron menos este campeón de boxeo.
La azafata se dio cuenta y pidió al boxeador que cumpliera la orden del piloto. La respuesta fue: Superman no necesita cinturón de seguridad. La azafata no perdió un segundo y respondió: Superman tampoco necesita un avión.
Este boxeador hizo una afirmación presuntuosa y se mostró extremadamente arrogante. Jesús hizo una afirmación audaz, pero sólo estaba afirmando su verdadera identidad y lo que había recibido del Padre como misión.
Como vemos en la Primera Lectura, el acoger la Palabra de Dios exige un reposo, una reflexión, una verdadera liturgia que es diferente cuando la leemos personalmente o en comunidad. En todo caso, cada uno de nosotros ha de reflexionar el modo concreto como cada página de la vida de Cristo debe manifestarse en nuestra vida.
Se dice que el hombre que arrestó al Apóstol Santiago se convirtió tras oír hablar a Santiago en su juicio ante Herodes Agripa y fue ejecutado con él. La palabra, unida al testimonio, le transportaron inmediatamente al reino de los cielos.
Con razón llamamos a Cristo la Palabra Hecha Carne. Benedicto XVI lo expresó claramente en su Exhortación apostólica Verbum Domini:
Es importante que toda forma de anuncio tenga presente, ante todo, la relación intrínseca entre comunicación de la Palabra de Dios y testimonio cristiano. De esto depende la credibilidad misma de nuestro anuncio. Por una parte, la Palabra debe comunicar todo lo que el Señor mismo nos ha dicho. Por otra parte, es indispensable, mediante el testimonio, hacerla creíble, para que no aparezca sólo como una bella filosofía o una utopía, en lugar de como una realidad que se puede vivir y que da vida por sí misma.
Para destacar la importancia de la Palabra de Dios, en 2019 el Papa Francisco declaró el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario fiesta de la Palabra de Dios. Él mismo recordaba el año pasado, en esta fiesta, cómo los primeros discípulos fueron conmovidos por la palabra que escuchaban de Jesús, antes de ver los milagros que luego realizaría:
Si ustedes permanecen en mi palabra, verdaderamente son mis discípulos y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres (Jn 8: 31-32).
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La Segunda Lectura nos da una perspectiva interesante del valor de la Palabra. Los tres primeros dones en la lista que menciona San Pablo se refieren a la condición de apóstol, profeta y maestro. No es casualidad que los tres tienen relación con la proclamación de la Palabra. No son “clases de cristianos”, aunque San Pablo sugiere que no todos poseen la totalidad de los dones.
Sin embargo, precisamente por eso, hemos de aspirar a ser apóstoles, profetas y maestros, recordando que incluso el propio Jesús nos dice que el Reino de Dios pertenece a los que son como niños, y es por eso que podemos y debemos aprender de ellos a tener sentimientos puros, a ser incapaces de vivir una doble vida y de tener intenciones ocultas.
Tal vez por eso, hoy comienza su Evangelio San Lucas afirmando que intentó aprender de los que son servidores de la Palabra, no expertos en textos sagrados, sino quienes han dedicado su vida a dar testimonio de lo que han visto y oído, una hermosa definición de lo que significa supone ser un servidor de la Palabra.
San Lucas declara que otros, antes que él, han intentado relatar las cosas que ocurrieron entre los creyentes, pero nos da una lección de celo apostólico y devoción a la Palabra al comenzar el relato de la vida pública de Jesús con este episodio de la vida del Maestro, que Mateo y Marcos situarán en momentos posteriores de su narración. Para Lucas, la fidelidad de Cristo a la Palabra escrita, a lo anunciado por los profetas, tiene una importancia singular.
Igualmente nosotros, al sentirnos humildes protagonistas de los planes divinos, podemos llenarnos de esperanza, de paciencia y gozo ante la dificultad, al reconocer que estamos siguiendo la senda soñada desde siempre por nuestro Padre celestial, aunque en ocasiones se nublen nuestros ojos y el camino se haga arduo y difícil.
Nuestro padre Fundador, cuando nos habla del Voto de Cátedra, de la disposición permanente a dedicar nuestra razón y nuestro estudio al servicio del apostolado, señala la intención última que debe presidir nuestra labor de defensa, elaboración y reflexión en cualquier área del pensamiento: mostrar que en la Palabra de Cristo está la plenitud del saber:
Yo trato de fundamentar toda mi actuación, todas mis conferencias, mi actividad intelectual, mi comunicación con el prójimo, en el Evangelio, teniendo presente, al mismo tiempo, la corroboración del Magisterio (Diálogo a Tres Voces).
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La liberación de la cual nos habla hoy Jesús, como mensaje inicial en su vida pública, no es la ruptura de las cadenas que nos atan a un poder político o a algunas personas con ánimo de dominación. Tampoco se refiere a las dolencias del cuerpo, algunas de las cuales, es verdad, curó ocasionalmente. Su preocupación, su verdadera aflicción es causada por todo aquello que nos separa del reino de los cielos, lo que nos esclaviza, lo que impide que la Inspiración nos lleve siempre más lejos. Las exigencias del mundo, del demonio y de la carne, los tres enemigos de la Palabra.
Cristo lo explicó de forma contundente en su Parábola del Sembrador.
Las zarzas son los afanes del mundo, morales o inmorales, necesarios o superfluos, pero capaces de absorber toda nuestra energía.
El diablo está representado por las aves de apariencia inocente, atrayente, incluso, lo que podría resumirse bien en la palabra cautivadora, pues nos atrapa en lo que juzgamos necesario y se convierte en indispensable. De esta manera, nuestra sensibilidad espiritual se degrada. El Papa Francisco lo ha advertido muchas veces, diciendo que –por muchas razones- el hombre de hoy se ve encadenado por la indiferencia.
La carne se parece al terreno pedregoso, donde la perseverancia se hace imposible, por el miedo a la abnegación, a toda forma de ofrecer la vida y la fama. El instinto de felicidad, a la cabeza de todos los otros instintos,
Muchos de nosotros podemos considerar que el término Iglesia militante, usado por el Concilio de Trento para denominar a quienes todavía son peregrinos en la tierra, es algo poco acertado e impropio del lenguaje moderno. Pero, un santo fiel e inteligente como San Jerónimo dijo que Dios nos ha puesto aquí para la lucha, para que siempre luchemos. Luego, este lugar, este valle de lágrimas, no lo es de paz, no es de seguridad, sino de lucha y de guerra.
Nos corresponde hoy abrir los ojos y los oídos del alma para elegir sin vacilar lo que la Palabra nos sugiere con delicadeza por encima de la tiranía de mundo, demonio y carne.
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En los Sagrados Corazones de Jesús, María y José,
Luis CASASUS
Presidente