Skip to main content
Vive y transmite el Evangelio

祝你财富增多 | Evangelio del 16 de febrero

By 12 febrero, 2025No Comments


Evangelio según San Lucas 6,17.20-26:

En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y se detuvo con sus discípulos en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Y Él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».

祝你财富增多

Luis CASASUS Presidente de las Misioneras y los Misioneros Identes

Roma, 16 de Febrero, 2025 | VI Domingo del Tiempo Ordinario.

Jer 17: 5-8; 1Cor 15: 12.16-20; Lc 6: 17.20-26

Zhù nǐ cáifù zēngduō. Queda más claro para los que no sabemos chino: Que tu riqueza aumente. Es la felicitación tradicional china de año nuevo, que comenzó el pasado 29 de enero. Se celebra ahora en el zodíaco chino el “año de la serpiente”.

Tal vez hemos de profundizar en este mensaje, que augura la prosperidad y parece contrastar con la primera de las Bienaventuranzas que hoy nos presenta Jesús: Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos. Para colmo, el Evangelio de Lucas ofrece una versión menos matizada que Mateo, quien menciona a los “pobres de espíritu”. Lucas se refiere simplemente a “los pobres”. Además, el Maestro utiliza las palabras más duras para los ricos; no sólo pronuncia una bendición sobre los pobres, sino que también lanza una maldición sobre los ricos: ¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido su consuelo!

¿Quiénes son los ricos? ¿Quiénes son los pobres?

Existe una distinción fundamental entre pobreza e indigencia. Todos los seres humanos tienen derecho a que se satisfagan sus necesidades básicas. El hecho de que millones de personas vivan en nuestro mundo en estado de indigencia, donde el hambre y la enfermedad asolan naciones enteras, es un pecado contra la humanidad. Ciertamente, no hay bendición en esto, ni puede ser nunca motivo de felicidad. Cada vez que negamos nuestro manto al desnudo o nuestro alimento al hambriento, pecamos, no solo contra la persona humana, sino también contra Dios mismo.

Pero la pobreza evangélica, no es lo mismo que la indigencia. Los indigentes pueden sentir que están abandonados, pero los pobres definitivamente no están abandonados por Dios. La pobreza es el estado de sencillez, es decir, el estado de tener solo lo que uno necesita y el perfecto uso de los bienes que poseemos, materiales o no; un ejemplo central de los bienes no materiales es el tiempo del que disponemos. El valor de la pobreza evangélica es tan grandioso que para Francisco de Asís que hizo de él todo un camino de la vida espiritual.

No hace falta insistir mucho en que la abundancia de bienes materiales, con o sin codicia, no trae una felicidad profunda. Recuerdo en Mumbai, al pasear por un barrio donde sólo había chabolas de plástico y cartón, ver la sonrisa conmovedora de una pareja que contemplaba a sus dos hijos jugando. Poco después, contemplé una acalorada discusión a ritos, entre marido y mujer, elegantemente vestidos, ante su lujoso automóvil, mientras entraban en una mansión, que imagino era su propiedad, con gesto agrio y desagradable.

Dado que la miseria material y emocional en que viven muchos seres humanos puede llevar a la indigencia espiritual, por eso nuestro padre Fundador nos indica que hemos de intentar aliviar todos los posibles males que atormentan a la humanidad, sobre todo a los jóvenes, que son explotados, utilizados y abandonados de mil maneras.

—ooOoo—

Pero, volviendo al deseo típico de la cultura china en el nuevo año, es decir, la prosperidad, no podemos quedarnos en su acepción más vulgar, la riqueza material, sino lo que el propio Cristo promete a los pobres de espíritu: Serán saciados. Esto significa que el Espíritu Santo encontrará la manera de que podamos vivir una vida plena, en la que se nos hace imposible desear otras cosas. La segunda parte de cada Bienaventuranza viene a decirnos: No busques, no te afanes; Dios mismo te concederá lo que anhelas, pero de forma diferente a como imaginas y haciéndote libre de tus afanes por ser feliz.

De hecho, si reflexionamos cuidadosamente, cada una de las Bienaventuranzas significa una lejanía de algún ídolo tiránico de este mundo: el poder, el control de los demás, eliminar de alguna forma a quien nos contradice, el ansia de una felicidad libre de sufrimiento, el usar nuestra carne y la carne ajena como instrumentos de placer, el estar absolutamente libres de toda oposición…

San Lucas comienza su narración diciendo que Jesús alzó los ojos hacia sus discípulos, un gesto que significa una petición de atención máxima, una declaración de algo íntimo que se desea compartir. Como dice San Ambrosio: ¿Qué es elevar los ojos, sino revelar una luz que estaba oculta? El Maestro nos enseña con las Bienaventuranzas cómo integrar el dolor en nuestra vida y cómo desprendernos de todo para tener el gozo de abrazar a cada ser humano ¿Puede imaginarse otra enseñanza más necesaria y práctica?

Cuando Cristo dice que quien no renuncie a todas sus posesiones no puede ser su discípulo, no está simplemente poniendo una condición para trabajar con Él; ciertamente el reino de los cielos supone un esfuerzo continuo, pero también un estado de beatitud que no se puede lograr con el apego a los juicios, los deseos y al hambre de felicidad. Aunque fuésemos capaces de hacer mucho bien, basta guardarnos algo para sentir, antes o después, que literalmente estamos robando la vida de los demás.

Una de las más memorables escenas de la película ganadora del Óscar a la mejor película de 1993, La lista de Schindler, se produce al final. Oscar Schindler, un industrial alemán, protegió las vidas de más de 1100 judíos durante la Segunda Guerra Mundial al incluirlos en su lista de “trabajadores esenciales” mientras producía munición defectuosa para los nazis. Contempla en la fábrica a las personas que ha salvado y reflexiona: Si tan solo hubiera ganado más dinero. Desperdicié tanto dinero, no te imaginas. … No hice lo suficiente. Este automóvil. ¿Por qué me quedé con él? Diez personas ahí mismo, diez personas más. Este broche de oro… dos personas más. Al menos una. Una persona más, por esto. Podría haber conseguido una persona más, y no lo hice.

La pobreza de espíritu, unida o no a la pobreza material, nos lleva a estar convencidos de nuestra dependencia de Dios. Y, si aceptamos esta verdad, Él nos elige para poseer el reino de los cielos. De otro modo, sólo seremos simpatizantes de Cristo y más bien individualistas, sin darnos cuenta de las oportunidades que el Espíritu Santo nos ofrece para vivir como apóstoles.

Nos sucederá como a un abogado católico, que visitó a un compañero suyo no creyente, con el que llevaba veinte años y que estaba muriendo en un hospital. Ahora que estás muriendo, ¿no crees que deberías abrazar la fe? Su colega respondió: Si tu fe significó tan poco para ti en vida que nunca hablaste de ella en veinte años, entonces, seguro que puede significar muy poco en mi muerte.

Esto es muy diferente a lo que transmite, con o sin palabras, la vida de un discípulo desprendido y alejado de sus preferencias.

Así le ocurrió a San Antonio de Egipto (250-356), que vivió como ermitaño en el desierto durante muchos años. Allí se volvió tan sabio que mucha gente acudía a él para consultarle sobre asuntos espirituales. Se cuenta la historia de tres monjes que solían visitar a Antonio todos los años, y dos de ellos solían hacerle preguntas sobre sus pensamientos internos y la salvación de sus almas; pero el tercero siempre permanecía en completo silencio, sin hacer ninguna pregunta. Después de mucho tiempo, Antonio le dijo: Mira, has tenido la costumbre de venir a mí todo este tiempo, y sin embargo no me haces ninguna pregunta. Y el otro respondió: Padre, me basta con mirarte.

Encontramos un caso conmovedor de pobreza material y espiritual en el Antiguo Testamento.

Se trata de la viuda de Sarepta (1Re 17). Aunque estaba empobrecida, dio mayor prioridad al reino de Dios que a sus propias necesidades, asistiendo con un pan, el único que tenía, nada menos que a un gran profeta que se encontraba angustiado. Entonces Dios bendijo su fidelidad desinteresada con muchas más maravillas de las que ella jamás hubiera podido imaginar: un año de comida milagrosa y la resurrección de su hijo de entre los muertos por parte de Elías.

Hoy es un buen día para preguntarnos tú y yo de qué nos tenemos que desprender, qué le falta a nuestra abnegación. La respuesta, seguramente no tendrá relación con nada material, más bien con el tiempo, con nuestras costumbres, con nuestro instinto que nos lleva a “dar lecciones” a todo el mundo, a tener la última palabra en cada conversación.

Por algo nuestro padre Fundador nos presenta en el Examen Ascético la Pobreza, la Castidad y la Obediencia como las primeras manifestaciones de la Oración, las que hacen posible un amor verdaderamente evangélico, que llamamos Caridad. Sí; vivir las Bienaventuranzas, en particular la pobreza espiritual, es fruto de la acción del Espíritu Santo, pero exige una sensibilidad y una vigorosa aceptación de lo que nuestro Fundador llama Estigma, verdadera marca en nuestro espíritu, que nos lleva a suplicar el no ser tan necios como para separarnos un instante de las Personas Divinas.

Me gustaría concluir con un ejemplo histórico, de un noble italiano que no utilizó su sensibilidad más que para la gloria propia, siendo incapaz de apreciar el trabajo de los demás, quedando apegado a sus opiniones y poniendo pegas y dificultades con el solo deseo de satisfacer su ego.

Cuando la gran estatua del David del genial artista Miguel Ángel se colocó por primera vez en la Plaza de Florencia, todas las personas se quedaron en silencio, maravilladas ante su noble majestuosidad, todos excepto un miembro de la noble familia Soderinni. Este hombre miró la estatua desde diferentes puntos de vista con un aire sabio y crítico, y luego sugirió que la nariz era un poco demasiado larga.

El gran escultor escuchó en silencio la sugerencia y, tomando su cincel y mazo, colocó una escalera contra la estatua para llegar al rostro y subió, llevando un poco de polvo de mármol en la mano. Luego pareció trabajar con cuidado en el rasgo objetable, como si lo cambiara para adaptarlo al gusto de su crítico, dejando caer el polvo de mármol mientras trabajaba. Cuando bajó, Soderinni volvió a mirar la figura, ahora desde un punto de vista y luego desde otro, expresando finalmente su total aprobación. Su sugerencia había sido aceptada, como suponía, y estaba satisfecho.

______________________________

En los Sagrados Corazones de Jesús, María y José,

Luis CASASUS

Presidente