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¿Qué es ser Responsable? | Evangelio del 12 de noviembre

By 8 noviembre, 2023noviembre 10th, 2023No Comments


Evangelio según San Mateo 25,1-13:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron.
»Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta.

»Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».

¿Qué es ser responsable?

Luis Casasús, presidente de las misioneras y los misioneros Identes

Roma, 12 de noviembre, 2023 | XXXII domingo del Tiempo Ordinario

Sab 6: 12-16; 1Tes 4: 13-18; Mt 25: 1-13

 1. El aceite que me falta.

Se había confiado a un jardinero el cuidado de un maravilloso e inmenso jardín de flores. Un día, un visitante le pregunta cuándo vio por última vez al propietario. El jardinero responde: Llevo muchos años trabajando aquí, pero nunca me he encontrado con él; simplemente me envía mi paga. El hombre, asombrado, le dice: ¡Qué inmaculadamente cuidas su jardín! Es como si esperaras que viniera mañana. El jardinero responde: Hoy, señor; hoy.

Podemos pensar que la parábola de las diez vírgenes se refiere “simplemente” al último momento de nuestra vida o a la llegada definitiva de Cristo, pero notemos que Jesús comienza la parábola presentándola como una imagen del reino de los cielos, lo cual sugiere que deberíamos meditar cómo aplicarla ahora mismo, en cada momento, si hemos entendido sus palabras: el reino de Dios está en medio de ustedes (Lc 17: 21).

De manera que se nos propone distinguir cuál es la diferencia esencial entre las vírgenes necias y las prudentes. Recordemos que todas, las diez, cayeron dormidas, lo cual no se sugiere como una falta moral, pues también las doncellas llamadas prudentes “les dio sueño y se durmieron”. Esto más bien representa una consecuencia de nuestros límites: nuestra energía es poca y necesitamos descansar.

Las vírgenes o damas de honor que participaban en la ceremonia eran elegidas con mucha antelación y debían prepararse con vestimentas adecuadas, un cuidadoso peinado, perfumes y lámparas de aceite para acompañar al novio hasta donde la novia le esperaba. Era un verdadero privilegio. Los dos grupos de doncellas eran semejantes en todo, excepto en haber traído o no el aceite de reserva. ¿Un pequeño detalle? Seguramente. Pero decisivo para participar o no en el reino de los cielos.

Se llama a un grupo de vírgenes “prudentes” o “sabias” porque son capaces de distinguir lo que es importante: TODO lo que es importante, aunque según la lógica del mundo pueda parecer que no lo es.

Tenemos experiencia de que un mal gesto, un desprecio, un acto imprudente por el cual podemos pedir perdón y arrepentirnos, puede arruinar para siempre lo que nuestra vida significa para los demás. Recuerdo un adolescente que jamás dirigía la palabra a una determinada profesora. No había en él rastro de odio o resentimiento, pero tenía grabada la escena de esa profesora insultando a su mejor amigo y eso le producía un miedo y una desconfianza que le separaban de esa maestra.

Entonces ¿cuál es el detalle, el aceite que se me olvida? Esa oración que debe acompañar cada palabra y cada acción del día, una oración sin palabras, en forma de íntima mirada al cielo que significa: Lo hago por ti.

Si antes de mover un dedo, entrar en el quirófano o saludar a una persona no lo he hecho, Cristo tendrá que decirme como a las vírgenes necias: En verdad te digo que no te conozco.

¿Imaginan lo que las cinco vírgenes descuidadas responderían a esta frase? Me atrevo a decir que posiblemente, algo así: ¡El problema es que nuestras cinco compañeras no compartieron su aceite con nosotras! Algo parecido a lo que Adán respondió a Yahveh cuando fue interpelado por haber comido el fruto prohibido: La mujer que Tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí (Gen 3: 12). En este caso, no muy sutilmente, Adán quiere incluso hacer culpable a Dios “por haberle dado una compañera poco adecuada”.

—ooOoo—

2. La palabra clave es responsabilidad. Uno de los mensajes centrales de la parábola se encuentra en la repuesta, aparentemente poco amable, de las vírgenes prudentes, que no podían hacerse responsables de la imprudencia y desidia de sus compañeras. No hace falta realizar un gran esfuerzo para ver cuándo y cómo tú y yo somos irresponsables. Eso no es lo mismo que ser poco activo o perezoso.

Ser responsable significa más bien ser consciente de que TODO lo que hago tendrá consecuencias sobre los demás…y sobre mí mismo. El tiempo perdido, la falta de previsión en los preparativos, la falta de reflexión antes de hablar, la toma de decisiones sin mirar a las personas que inevitablemente estarán en desacuerdo o se verán perjudicadas, o no escuchadas.

Cuando hablamos de “responsabilidad” no nos limitamos al sabio consejo que los padres dan a los hijos cuando, por ser descuidados, rompen un objeto o no hacen sus tareas escolares. Posiblemente no nos hemos dado cuenta que el ser responsables significa responder ante alguien, que, en el caso de quien se sabe hijo de Dios, no es por miedo o simple obligación, sino por ser conscientes que Alguien espera una respuesta por nuestra parte. El novio de la parábola esperaba que las diez vírgenes le acompañasen con sus lámparas encendidas para presentarse ante la novia.

Cuando esta responsabilidad alcanza el grado de convertirse en un hábito, se transforma en la sencilla oración que antes mencionábamos: Lo hago por ti.  Entonces, como dice la Primera Lectura, con el lenguaje típico del Antiguo Testamento: La Sabiduría nos abordará benigna por los caminos y nos saldrá al paso en cada pensamiento. Es una personificación del don de sabiduría, la respuesta del Espíritu Santo a los que deciden ser responsables; Él, con toda seguridad, sí responde. Hoy, el Libro de la Sabiduría explica, con imágenes sorprendentes, cómo el don de la Sabiduría es una presencia del Espíritu Santo muy clara y decidida, que “nos sale al paso” y nos hace sentir vivamente su acción en nosotros.

Por el contrario, si cometo una acción de modo irresponsable, estoy renunciando a actuar según los principios, los valores y las virtudes que supuestamente considero más altos y más hermosos. La consecuencia es entonces que pierdo la libertad.

Esto no es cierto solo para los creyentes, sino que se trata de algo grabado en la naturaleza humana.

Seguramente muchos conocen el experimento de Milgram, un psicólogo que hace 60 años reunió a un grupo de sus estudiantes y les anunció que iban a participar en un experimento. Se trataba de analizar las reacciones de una persona a la que se sometía a descargas eléctricas cada vez más potentes, lo cual llegaba a producir fuertes convulsiones al paciente, que podían ser vistas por los estudiantes que intervenían, pero supuestamente se le ayudaba a modificar su conducta. Todo era un montaje: el supuesto paciente era alguien que no recibía ninguna descarga, pero sabía cuándo los estudiantes creían estar produciendo el shock eléctrico. Lo interesante de este singular experimento es que la mayoría de los participantes, aunque por supuesto no deseaban hacer daño a nadie, estaban dispuestos a elevar la intensidad de las descargas hasta niveles enormes, según les iba indicando el “director” del experimento, a pesar de ver al paciente retorcerse de dolor. De alguna manera, habían renunciado a su intención de hacer el bien, de usar el conocimiento para aliviar a los demás.

Así, inevitablemente, perdemos nuestra libertad, sometiéndola al mundo, a los instintos o a la fama.

Me deslizo a la irresponsabilidad especialmente por medio del Defecto Dominante, que tiene un efecto continuo en todas mis acciones si no soy consciente de él, como sucede en la parábola de hoy.

* Cada vez que no tomo en serio una clara posibilidad de hacer el bien, que me parece insignificante y lo etiqueto de manera irreflexiva: “da igual”. Por ejemplo, no ayudando en pequeñas tareas domésticas de limpieza, servir la mesa, reparar un objeto, cambiar una lámpara.. aunque no fueran esas misiones que tengo asignadas.

* También, cuando no miro hacia el futuro, para imaginar qué consecuencias tendrán mis acciones o mis omisiones. Es el caso de las vírgenes necias, que podrían ser jovencitas bastante caprichosas y poco acostumbradas a preocuparse de los demás.

*Y, finalmente, al culpar a los demás de algo que en realidad soy responsable. Esto puede ser un rasgo de mi carácter, que termina por tener dimensiones insospechadas.

Hay una historia en los Puranas, textos de la antigua literatura india, en la que un rey regresa en su carreta victorioso tras una batalla. Súbitamente, aparece un niño corriendo, y es atropellado, muriendo bajo las ruedas de la carreta real. El rey grita: ¡Auriga! Eres responsable de esta tragedia, porque ibas demasiado deprisa. El auriga responde: ¡Oh rey! Tú eres el responsable de esta muerte, no yo. El mérito de la victoria en el combate ha ido a ti y de igual manera va el pecado y la culpa de esta muerte.

La lámpara representa la fe que ilumina todo lo que pienso, digo y hago. Pero no olvidemos que también ilumina con antelación, un paso más allá de donde estoy ahora, para que pueda ser como las vírgenes prudentes, que tomaron en serio su sencillo cometido en el reino de los cielos. Suele decirse que la vida tiene muchas sorpresas, de muchos colores, pero hemos de ir aprendiendo que debemos estar listos para lo inesperado, lo que el Espíritu Santo decida pedirnos cuando menos sospechábamos.

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En los Sagrados Corazones de Jesús, María y José,

Luis Casasús,

Presidente