Del 7 al 9 de junio se ha realizado una misión en un medio rural cerca de Ibarra, Ecuador, que se une a los actos conmemorativos de la celebración del 60 Aniversario de la fundación de los misioneros identes, que quiere ser homenaje al ejemplo y enseñanzas recibidas de Fernando Rielo, su fundador.
En esta oportunidad se contó con la participación de jóvenes universitarios y de profesionales de la sede de Ibarra de la Universidad Católica, que fueron enviados como misioneros durante una misa de envío. A continuación, los jóvenes salieron a evangelizar las Comunidades de San Clemente, y Santa Marianita, del Canton La Esperanza; y los profesionales a la comunidad de Chiriguasi.
Esta misión ha estado signada por la Festividad de Pentecostés, donde la Fortaleza y la Alegría del Espíritu Santo permitieron que los jóvenes y los profesionales misioneros viviesen experiencias únicas desde el carisma idente y la vivencia de fe de las comunidades indígenas. El espíritu de servicio manifestado por cada uno permitió que fueran confirmados los dones recibidos.
La misión de los profesionales se enfocó a hacer el mejor bien entre las personas de la Comunidad de Chiriguasi. Un equipo de docentes de la Escuela de Diseño, había elaborado con sus estudiantes las imágenes del viacrucis con una técnica de serigrafía. Estas bellísimas imágenes fueron ubicadas en la capilla, con el fin de contribuir a que la comunidad tenga un lugar de oración y de encuentro entre el amor de Cristo y la comunidad.
En una de las visitas a las familias, la generosidad de una anciana de 85 años conmovió a los misioneros en esta Misión Idente, ya que en su pobreza cogió en sus brazos unas mazorcas de maíz que ella había cosechado, para regalárselas a las misioneras por su visita, diciéndoles: “esta es la caridad y Dios nos está viendo”.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
