Nuestro hermano Luis Casasús, Superior General, llegó a Sevilla el 14 de septiembre. El 15 por la mañana, acompañado de los Delegados de Sevilla, Juan Manuel Morilla e Isabel Orellana, así como de nuestro hermano peruano, Juan César Ramírez, sacerdote recientemente incorporado a esta fundación, mantuvo una audiencia con el arzobispo de la archidiócesis hispalense, monseñor Juan José Asenjo. En un ambiente cordial, como el prelado tiene por costumbre, volvió a mostrar su gratitud a nuestros Superiores que han dado respuesta a sus peticiones para hacernos cargo de la parroquia de la Anunciación de Nuestra Señora y San Juan XXIII, en el barrio Juan XXIII de Sevilla, que nos encomendó hace dos años para que la Institución enviara a dos hermanos sacerdotes para que la administren.
Los días 16 y 17 el Superior General se reunió con miembros de la Hermandad de la parroquia de la Anunciación, y con parte de la Familia Idente y algunos de los miembros de la Juventud Idente, con los que compartió algunas reflexiones sobre el tema del perdón, que se trató en la sesión universal del Parlamento Universal de la Juventud celebrado en Pekín, el pasado agosto, en el que él estuvo presente. Durante su estancia, nuestro hermano Luis ofició todas las misas de la parroquia, dándose siempre momentos entrañables en los que se pudo constatar el vínculo de la caridad y la exquisita atención dispensada a todos los que halló al paso. El 18 de septiembre partió en nueva visita apostólica a la Delegación de Cádiz.
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- Reunión con la familia idente.
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- El Superior General conversando con una de las jóvenes.
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- El P. Luis Casasús en una de las misas celebradas.
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- Uno de los momentos entrañables con la familia idente.
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- Encuentro de Luis Casasús con una parte de los miembros de Juventud Idente, entre ellos, la Jefe de Sección de Sevilla, Rocío Carballar.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
