La misión idente de Iquitos, Perú, ha sido la beneficiaria del encuentro familiar y entrañable que ha supuesto la cena solidaria celebrada en Madrid el pasado 1 de junio. A la vez, estos eventos en favor de las misiones identes ya se van haciendo tradición en España.
En esta ocación, la cena solidaria reunió a unas 80 personas que quisieron dar su apoyo y conocer más a fondo la labor que llevan adelante las misioneras y misioneros identes durante más de 40 años tanto en esa ciudad amazónica como en todo el Perú.
Ha sido la misionera María del Carmen Orts Poveda quien, desde su experiencia de largos años trabajando en la selva de Perú como médico ha podido hacernos más cercana aquella realidad. Iquitos, que significa multitud separada por las aguas, es la capital de la provincia del Maynas, Departamento de Loreto, el más grande del Perú en territorio. Además, es también la ciudad más grande de la amazonía peruana, con cerca de medio millón de habitantes y está rodeada por los ríos Amazonas, Nanay e Itaya y el lago Moronacocha. Además de aproximarnos a la realidad amazónica, Carmen habló de la misión que llevan adelante la comunidad de misioneras y misioneros identes, que, entre otras cosas, tienen encomendada una parroquia.
En la primera parte de la cena contamos también con unas bellas palabras de María Fernanda Lacilla Ramas, secretaria general de las misioneras identes, quien habló de la importancia del apoyo de la Familia Idente, no solo desde la perspectiva económica, sino también con su oración, acompañamiento y trabajo voluntario. Asimismo transmitió los saludos de los Superiores de la Institución idente, que estaban en esos momentos visitando la misión idente de África.
Un ambiente entrañable ha caracterizado, como siempre, este encuentro, llenándonos de entusiasmo para seguir ofreciendo lo mejor de nosotros mismos a los demás, especialmente los más necesitados.
-
- Carmen Orts, m.id, explicando la misión idente de Iquitos, Perú
-
- Algunos de los participantes en el evento solidario
-
- Vista de uno de los barrios de Iquitos, al borde del Amazonas
-
- Carmen Orts, m.id, explicando su experiencia misionera
-
- Carmen Orts, m.id, explicando su experiencia misionera
-
- Otra vista de uno de los barrios de la ciudad amazónica de Iquitos
-
- Vista de Iquitos
-
- vista de Iquitos
-
- Pobladores de Iquitos usando el transporte habitual
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
