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Belén Carreras: Defender la vocación, sobre todo, frente a uno mismo

By 24 junio, 2017enero 12th, 2024No Comments

Tengo experiencia de la existencia de Dios desde que era pequeña. Soy la mayor de tres hermanos. Mi madre se ha dedicado a la venta ambulante por las casas y así hemos salido adelante. Nuestra vida podría ser como la de cualquier familia no gitana del barrio, aunque sí teníamos ese algo diferente que tenemos los gitanos. Él nos libraba de todas las contrariedades de esta vida. Siempre teníamos su Providencia. También estaba ahí la intercesión de María. Creo que esta fue la base de mi vocación religiosa.

Recuerdo que me gustaba salir corriendo de casa para ir a ver una enorme imagen de piedra de un Sagrado Corazón de Jesús que estaba en el tejado del colegio. No sabía bien quién era, pero yo veía en Él a un Dios Padre que me esperaba con los brazos abiertos. Regresaba con gran alegría. Así empecé a entablar una amistad con Dios que ya no nunca dejé. Inicié los estudios de Formación Profesional en el Ave-María, gracias a mi madre, ya nos la apañaremos decía siempre. En esta escuela, la profesora de religión, Paloma Suárez, que era misionera idente, nos hablaba de las Personas Divinas, decía que caminábamos unidos a ellas hacia nuestro Padre Celestial. Me encantaban sus clases y me apuntaba a todo lo que nos proponía, voluntariado, catequesis de confirmación, campamentos de Juventud Idente. También iba a misa por mi cuenta, sabía que era algo chocante también para mi familia, primas, pero para mí era uno de los momentos más felices del día, por eso iba, aunque me pusiera luego de todos los colores. Mi madre me dejaba ir a todo pues confiaba mucho en mí a pesar de no hacer cosas habituales para nosotros. Estaba muy apegada a mi familia, y a ella me dedicaba.

En todo este tiempo nunca perdí el contacto con las misioneras pues sabía que de lo contrario perdería mi única oportunidad de vivir la santidad, teniendo como modelo de vida el evangelio, como en la institución me proponían. Así empecé a conocer su carisma y a llevar una vida espiritual. Comencé también a conocer a personas de Iglesia y me sentí muy querida. No obstante, no pensaba ser misionera para no dejar a mi familia, al principio porque me sentía imprescindible, y luego cuando me di cuenta que no lo era, por puro miedo.

Me fue tocando defender mi vocación, aunque no tenía grandes dificultades como dejar a novio, o riquezas, etc. Fue sobre todo frente a mí misma. Era una cuestión de confiar en Dios al 100%. Pero Cristo me fue preparando para tomar la decisión de decirle Sí quiero. Cuando por trabajo no llegaba a casa hasta la noche, pensé: “si ya la misma vida no me permite estar con mi familia, ¿qué hago que no sigo mi vocación?”. Y fue como si los pies se me fueran solos hacia donde Dios me llamaba.

Ingresé en el Instituto de Cristo Redentor, Misioneras y Misioneros Identes en el año 1999 hasta hoy. Ahora gracias a mi vocación estoy conociendo a multitud de gitanos, familia mía, a los que junto a otros cristianos les ofrecemos la fe de la Iglesia católica que queremos compartir con ellos. Sé que cuanto más bien quiera hacer a los demás, más amor tengo que tener a Dios. Decía nuestro padre fundador, Fernando Rielo, el mundo será vuestro en la medida que vosotros seáis de Cristo.

Fuente: (http://dpv.archimadrid.es/index.php/testimonios/buscadores-de-dios-relatos-de-consagracion/nuevas-formas-de-vida-consagrada/388-belen-carreras-maya)