El Convento Monasterio de San Antonio y San Julián, en La Cabrera (Madrid), ha vuelto a ser el precioso marco donde ha tenido lugar el 58 aniversario de Fundación del Instituto Id de Cristo Redentor misioneras y misioneros identes. Asistieron los amigos de la Familia Idente, de la Juventud Idente y misioneras y misioneros identes de Madrid, en un ambiente de alegría y gozo creado por los niños, jóvenes y mayores, como una verdadera familia.
Se inició con la celebración de la Eucaristía en la que se leyó una conmovedora carta del Presidente del Instituto Id, P. Jesús Fernández Hernández, leída también en cada una de las eucaristías realizadas a nivel mundial con ocasión de este 58 aniversario. Iniciaba haciendo referencia a Fernando Rielo Pardal, fundador del Instituto Id:
«El primer precepto de la generosidad –afirma nuestro padre Fundador, Fernando Rielo– es el desprendimiento absoluto de lo que no es Él. Nos ha llamado precisamente para que lo que tenemos de generosidad en nosotros, en el grado que sea, lo elevemos a la perfección máxima, haciéndole a Él objeto de nuestra vida bajo la forma que Él quiera que sea; y cuando es en términos religiosos, es en grado eminentísimo»
En esta atmósfera de entrañabilidad y acción de gracias posterior a la celebración eucarística, en los alrededores del monasterio los asistentes se dispusieron a compartir la comida que cada uno había llevado. Además, los misioneros identes que rigen el monasterio ofrecieron una visita guiada a los asistentes ya que el monasterio es un atractivo turístico de esa zona (la construcción data del siglo XII aproximadamente siendo habitada durante muchos años por religiosos franciscanos).
Como es característico en los misioneros identes, se realizó el ateneo artístico donde se pusieron de manifiesto a manera de ofrenda las habilidades artísticas de quienes querían agasajar a los asistentes; hubo poesía, música, danza y algo de humor. Y como cierre, es tradición la lectura de un poema de Fernando Rielo.
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- En el centro, la Superiora General de las misioneras identes, María del Carmen García Viyuela, durante la Eucaristía
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- Algunos de los asistentes a la Eucaristía y lección espiritual
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- Momentos durante la celebración eucarística y lección espiritual en la iglesia prerrománica del monasterio
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- Antonio Vicente Pérez y Cristina Díaz, misioneros identes, presentando el Ateneo artístico en el exterior del monasterio de La Cabrera
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- Momentos durante el Ateneo
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- La Procuradora General de las misioneras identes, Juana Sánchez-Gey, recitando un poema de Fernando Rielo para clausurar el Ateneo
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
