Siguiendo los pasos de Fernando Rielo, sesenta y tres personas de la Familia Idente y de la parroquia de Nuestra Señora del Pilar de Bogotá, realizaron una peregrinación a la hermosísima Catedral de Sal de Zipaquirá, situada a unos cincuenta kilómetros de Bogotá.
El motivo de esta iniciativa era acercarse a la persona del Fundador de los misioneros y misioneras Identes, conociendo uno de los lugares visitados por él en su paso por Colombia en el año 1978. En aquella ocasión, Fernando Rielo recibió la profesión religiosa del primer misionero idente de Colombia, y le decía que Cristo había querido llevarle a ese lugar (la Catedral de sal) para decirle que, con su “sí” a Cristo, estaba llamado a ser “sal de la tierra”.
Durante el viaje se proyectó la película “Sed Santos” con el fin de dar a conocer nuevos aspectos de la vida de Fernando Rielo. Dentro de la Catedral se celebró una Misa de acción de gracias, en la que se percibió la alegría por la experiencia compartida. Toda la peregrinación fue caracterizada por un ambiente de oración, pues los peregrinos llevaban en el corazón el deseo de obtener una gracia especial por la intercesión de Fernando Rielo.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
