Los misioneros Identes, junto a estudiantes, docentes y personal administrativo de la Universidad Católica de Ibarra, realizaron la cuarta Misión en la comunidad de “Chiriguasi”. El día sábado 22 de abril los habitantes de esta pequeña comunidad, situada en la provincia ecuatoriana de Imbabura, recibió la alegría de la Pascua a través de los jóvenes que dedicaron un día entero para compartir la frescura y novedad del Evangelio con cada uno de ellos.
Junto a los niños de las catequesis se visitaron todas las familias del lugar y luego se realizaron talleres sobre la Pascua para los más pequeños, para los jóvenes y para los adultos. La finalidad de estos talleres era reconocer en la vida personal y en las cosas más simples a Cristo vivo y presente en cada una de nuestras vidas.
Luego, entre todos, se realizó una actividad llamada “La dignidad de ser hijos de Dios”. Esta consistía en la limpieza y arreglo de la capilla, para despertar una sensibilidad por el orden y buen gusto en la iglesia como casa de Dios.
“Chiriguasi” pertenece a la parroquia La Esperanza en la Ciudad de Ibarra, Ecuador. Los misioneros Identes visitan semanalmente esta comunidad desde diciembre del 2016.
!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
