Del 7 al 15 de enero de 2019, el Campamento de la Juventud Idente de Perú tuvo lugar en la cálida ciudad de Abancay, a 2377 metros sobre el nivel del mar, lugar donde los ríos, quebradas e imponentes montañas formaron el escenario para vivir el espíritu de encuentro de los jóvenes acampados.
Durante 7 días, los talleres de creación de poesía, pintura, empastado, repostería; los seminarios; las excursiones, las caminatas; y las Olimpiadas, se tornaron en oportunidades para vivir los más altos y nobles valores que propone la Juventud Idente. Asimismo, el Fuego de Campamento, espacio para poner en común los dones artísticos, fue un derroche de talento manifestado en la interpretación de instrumentos musicales, el canto, la poesía, los trucos de magia, los chistes, los acertijos, las adivinanzas, y los juegos.
De igual forma, con espíritu generoso, los jóvenes acampados organizaron una mañana de juegos y sorpresas para los niños de una localidad de los alrededores de la ciudad. En esta actividad, cada joven entregó lo más valioso de sí mismo: su virtud; manifestada en la alegría, entusiasmo, sencillez y apertura.
Durante el campamento cada joven llevaba una pañoleta que llamaba la atención de muchas personas de la localidad de Abancay, entre ellas el párroco de la catedral, quién destacó la presencia de los acampados y puso como intención de la misa dominical el Campamento Idente.
Familia, unión, generosidad, convivencia, amor fueron las palabras manifestadas por los jóvenes para resumir la experiencia campamental. Con este mismo sentir, son ellos quienes ahora caminan por la vida, viviendo nuestro lema: A Dios por la humanidad.
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!["El mundo puede cambiar desde el corazón"
(Papa Francisco, Encíclica Dilexit Nos)
"El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales. Como enseña el Concilio Vaticano II, «tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore». Porque «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». [21] Ante los dramas del mundo, el Concilio invita a volver al corazón, explicando que el ser humano «por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 S 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino».
Esto no significa confiar excesivamente en nosotros mismos. Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna. Dice también el Concilio Vaticano II que «el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad», aunque para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar."](https://www.idente.org/wp-content/plugins/instagram-feed/img/placeholder.png)
